domingo, 8 de mayo de 1994

Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz a Edson Glauber

Era el Día de la Madre. Nuestra Señora se apareció de nuevo a mi madre, mostrándole esta vez su Inmaculado Corazón, dentro de su pecho todo transparente, como un cristal muy luminoso, diciéndole:

Mi Corazón es así... Ahora así, es así...

Y le mostró lo que estaba sosteniendo el día anterior. Lo que mi madre pensó que era un trozo de carne, se transformó en un niño muerto, todo ensangrentado. Y la Virgen añadió:

¡Es el aborto! ¡Y el aborto es un pecado grave! Cualquiera que tenga un aborto debe ir a confesar al sacerdote, llorar y revolcarse en el suelo en arrepentimiento, y nunca dejar de rezar de nuevo. ¡Solo entonces puede salvarse!

Mi madre recordó que ya había tenido dos abortos. Nuestra Señora entonces le dijo:

(*) Aun así, ¡arrepentíos ahora!

Nuestra Señora le preguntó:

Si fuera ahora, ¿qué harías?

Mi madre le respondió:

¡Haría cualquier cosa para no abortar y no perder a mis hijos! ( Mi madre entonces fue a un sacerdote para confesar y pedir perdón.)

Nuestra Señora entonces le mostró una visión:

¡Mira! Así se ven los masones...

Mi madre vio a muchos hombres vestidos con ropa negra ardiendo en el fuego infernal.

...porque la masonería es una secta del diablo ¡y si mueres siendo masón vas directamente al infierno!

En este mismo día, en la tarde, Nuestra Señora de nuevo le mostró a mi madre a mi hermano Quirino, que estaba sentado en su regazo. Los dos estaban de pie muy cerca de mi madre. La Virgen entonces le habló:

Ya te he mostrado a tu hijo tres veces y todavía no le has lanzado un beso. ¡Lánzale un beso!

Mi madre hizo lo que Nuestra Señora le pidió que hiciera - le lanzó un beso a mi hermano, y también a Nuestra Señora y a Jesús, agradeciéndole por todo lo que había visto.

Estas apariciones de Nuestra Señora con mi hermano a mi madre fue una pedagogía maternal que Nuestra Señora estaba haciendo con ella. Nuestra Señora estaba poco a poco curando a mi madre de su profundo dolor por la inesperada pérdida de mi hermano. Mi madre sufrió mucho por su muerte, creo, más que todos nosotros en casa. Puedo decir que mi madre tiene un alma sensible, pura, sin malicia y delicada. El 1 de septiembre de 1989, el día que murió mi hermano, ella no estaba en casa en ese momento. Estaba en el centro de Manaus con mi padre haciendo algunas compras para nuestra casa. Cuando llegó a casa mi hermano ya estaba muerto, su cuerpo siendo traído desde el IML. La gente le dio la noticia abruptamente, sin ninguna preparación. Esta fue la cosa más triste y le causó un dolor inmenso y gran angustia. Mi hermano murió a causa de un accidente en casa mientras jugaba. Mis hermanos y yo éramos muy jóvenes y no sabíamos qué hacer para ayudarlo. Fueron los vecinos quienes nos ayudaron, rescatándonos y quienes lo llevaron inmediatamente al hospital. Lo más doloroso para mi madre fue, cuando ya estaba en casa, recibir y ver el cuerpo de mi hermano entrando en el ataúd a través de la puerta de la casa. Mi corazón y los de mis hermanos no pudieron consolarla en ese triste momento. Mi madre pasó horas y horas llorando sobre el cuerpo de mi hermano. Solo pude ir a mi habitación y llorar, pero lloré mirando la imagen de Nuestra Señora, vestida de blanco, que estaba en la portada de un libro sobre sus apariciones en Fátima a los tres pequeños pastores. Así fue como empecé a rezar el rosario de nuevo acercándome a Dios y a Nuestra Señora, cuando solo tenía 16 años.

(*) Nuestra Señora le dijo esto a mi madre, por la razón equivocada por la que perdió a estos dos hijos, antes, porque no cuidó bien su embarazo, no evitando situaciones que la dejaran enojada y en peligro de perder a los niños, perjudicándolos. Al escuchar a la Virgen, mi madre lloró mucho y le pidió que la perdonara y que también le pidiera a su Hijo Jesús que la perdonara.