sábado, 22 de agosto de 2020

Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz a Edson Glauber

¡Paz mis queridos hijos, paz!

Hijos míos, Yo, vuestra Madre, os amo inmensamente y vengo del cielo para llamaros a Dios. Recibid ahora la llamada del Señor en vuestras vidas, porque se acerca el tiempo de la conversión. El mundo será sacudido como nunca antes en la historia de la humanidad y las estrellas caerán del firmamento y las potencias de los cielos serán sacudidas (Mt. 24:29).

Os advierto por vuestro bien, mis amados hijos, os transmito mis súplicas maternales por vuestra felicidad eterna en Dios, para que cambiéis el rumbo de vuestras vidas y de vuestros corazones, en Su amor divino, para que merezcáis Su gracia y Su perdón.

Como ya os dije una vez, muchos no ven nada, ni siquiera con los ojos bien abiertos, muchos están ciegos a las obras del cielo, engañados por los engaños, las pasiones y las seducciones del mundo.

La depravación humana ha llegado a un extremo, tanto moral como espiritual, y no quedan muchas almas vírgenes en el mundo. La mayoría de estas almas están arruinadas por Satanás, a causa del pecado.

Rezad mucho, porque muchas almas están en peligro de condenación eterna. Muchas están prácticamente a un paso de caer en las llamas del infierno, y el infierno, hijos míos, es eterno.

No permitáis que los hombres malvados, los secuaces de Satanás, masónicos y satánicos, introduzcan en vosotros su «veneno mortal». No os engañéis con sus mentiras, con su ciencia maligna e impía, porque muchos han desterrado al Señor de sus corazones y ya no actúan por el bien de las almas, sino para destruirlas y dominarlas en aras del poder y del dinero. Muchos corazones ya no pertenecen al Señor, sino que están consagrados a Satanás, porque muchos le han vendido sus almas por las ilusiones y los falsos esplendores de los reinos del mundo. Rezad, rezad, rezad, y el Señor os protegerá siempre y estará a vuestro lado, concediéndoos su bendición. Os bendigo a todos: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.