Mensajes a Ana en Mellatz/Goettingen, Alemania
sábado, 13 de julio de 2013
Madre de Dios el sábado.
La Santísima Madre habla en la noche de la expiación a las 0.15 en la capilla de la casa en Göttingen, Geismar Landstraße 103, a través de Su herramienta e hija Ana.

Hoy, Día de Fátima y de la Mística Rosa, la Santísima Madre se me ha aparecido en la capilla de esta casa.
La Santísima Madre hablará: Mis queridos hijos, Mis queridos hijos de María de cerca y de lejos, Mi pequeña tiene hoy un día de honor, y es que se me ha permitido decirle que sus temores mortales, que ha sufrido por los sacerdotes durante 7 ½ semanas, pronto llegarán a su fin.
Mi querida hijita, aguanta un poco más, porque aún te queda algo de dolor por sufrir, pero éste no es comparable a las 7 ½ semanas de miedo a la muerte. Se ha alcanzado la cima para Mis amados hijos sacerdotes a los que quiero cuidar como Madre y Reina. Sin embargo, algunos sacerdotes se han convertido a través de todas estas muchas expiaciones que has sufrido, Mi pequeña amada, porque Yo hablo hoy como Madre y Reina a través de Mi dispuesta, obediente y humilde instrumento e hija Ana, que está completamente en la voluntad del Dios Trino y hoy experimenta y se le permite experimentar palabras de Mí, su Madre Celestial.
Es un día de alegría para ti, Mi pequeña amada. Tu madre no te ha olvidado, al contrario, todavía tuve que sufrir tus miedos mortales y tuve que observar como madre cómo apenas podías soportar este grave sufrimiento. También se te permitió quejarte, porque estaba más allá de la medida de lo que el Padre Celestial tenía que esperar de ti a causa de la impureza en el Vaticano, a causa de los sacerdotes y de todo el clero, también a causa de su impureza y a causa de los dos supuestos papas. El uno ha renunciado a su cargo, sigue en el Vaticano con una sotana blanca y no ha cumplido la voluntad del Padre Celestial. Debía abandonar este Vaticano para venir a descansar, para arrepentirse finalmente, confesar y confesar sus graves sacrilegios. Esto no sucedió.
Mi amado Benedetto, como te apoda el Padre Celestial, aún no has abandonado este lugar. ¿Crees que el Padre Celestial no sabe, cuando te da este consejo, que debes protegerte del mal? Pues allí, en el Vaticano, estáis rodeados de espíritus malignos. Tú mismo has visitado Asís y has acordado unir a todas las comunidades religiosas que querían hacer globalismo en todo el mundo con la Iglesia católica, que finalmente la única, Santa, Católica y Apostólica Iglesia no sólo está en ruinas, sino que es sólo polvo y cenizas. ¡Qué está pasando en el Vaticano!
Y tú, Mi amado Benedetto, todavía quieres permanecer cerca de este Papa, que por supuesto es el falso Papa, el falso profeta. ¿Qué esperas tú, amado Benedetto, de esto? ¿Hay protección para ti allí? No. Está pensado para matarte. Has contribuido en gran medida a la ruina de la Iglesia a través de Asís, a buscar allí el contacto con el Anticristo y a convertirte tú mismo en el Anticristo, y a dar tu sí a los francmasones por tu libre albedrío. No has hecho la voluntad del Padre Celestial, sino que has hecho la voluntad de los masones. ¿No fue eso lo suficientemente amargo para el queridísimo Padre Celestial, que te había elegido para conducir finalmente a la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica a la cima de la verdad de nuevo, también para Alemania? Has contribuido a reducirlas a escombros.
Y este nuevo Papa elegido no es, por supuesto, el verdadero. Su elección fue amañada en la Capilla Sixtina. No fue elegido de verdad, sino que, dirigido por los masones, fue instalado como Papa. ¿No es esto suficientemente amargo para vuestro Padre Celestial, para el Dios Trino, que envió a Su Hijo al mundo para salvaros también a vosotros, amados hijos de los sacerdotes, de la falsedad y del engaño? ¿Y qué hacéis? No pudisteis dar vuestro sí libre a los masones con la suficiente rapidez. Todo os parecía bien cuando se trataba de llevar a la iglesia aún más a la ruina. Nada debe ser verdad en esta iglesia. Incluso hoy, el poder sigue estando en el clero y en todo el Vaticano con el manipulado Papa Francisco I.
Vosotros, Mis fieles, Mis amados hijos de María, ¿no reconocéis la verdad, la verdad que el Padre Celestial os ha estado enseñando durante muchos años -casi 9 años- a través de Mi voluntario, obediente y humilde instrumento? Mi hija Ana cargó con los peores sufrimientos para todo el mundo. Ella dijo sí a los peores sufrimientos, porque Yo, como Madre de los Sacerdotes, no podía ver que un sacerdote tras otro, un cardenal tras otro, un arzobispo tras otro, estaban destinados al infierno.
Y ahora, Mi querida florecilla de pasión, como te llama el Padre Celestial y Jesucristo Mi Hijo, aún hoy estás dispuesta a sufrirlo todo, aunque tengas que lamentarte porque se hace insoportable, porque sufres día y noche. Nadie ha tenido que soportar nunca el sufrimiento que tú has soportado. Tienes derecho, mi pequeña amada, a quejarte y también a rebelarte, porque no puedes comprender estos sufrimientos. Jesucristo, Mi Hijo, sufre en ti, y eso es con tu sufrimiento.
No puedes comprenderte a ti misma y a menudo todo te parece falso porque hay oscuridad en ti. Has sobrevivido a la peor oscuridad y sequedad. A menudo no sabíais lo que es verdad y lo que es mentira, porque el Maligno os atacó duramente en este tiempo, porque Yo, la Madre Celestial, la Pisadora de la Serpiente, permití que sucediera para salvar a Mis amados hijos de los sacerdotes del engaño, de la decadencia y del infierno eterno.
Varias veces se os permitió ver el infierno y no pudisteis superar este miedo. Todo se volvió pesado para vosotros, y todo era negro y oscuro a vuestro alrededor. Tener comprensión para ti era imposible, porque ya no podías distinguir nada. Se me permitió acompañarte, querida pequeña, en este difícil camino, porque Yo también tuve que sufrir sequías por Mi amado Hijo Jesucristo, por el mundo entero. Él permitió que sucediera. La Trinidad estaba preocupada por mí, porque yo también apenas podía soportarlo. Por eso he podido mostrar la mayor comprensión por ti, Mi pequeña.
Ahora todo ha terminado, Mi pequeña amada, excepto los pequeños sufrimientos, pero tú puedes soportarlos. Este sufrimiento fue inconmensurablemente grande. Y te agradezco que lo aceptaras con tu pequeño rebaño acompañándote.
Hoy, como Madre Santísima, como Virgen de Fátima y como Rosa Mística, he recibido de un peregrino más de 100 rosas en acción de gracias por todo lo que has soportado. ¡Gracias! ¡Gracias a ti! Gracias querida Teresa con tu hija. Tú me amas y crees en mí. Crees en la pequeña banda, crees en la casa de la gloria.
Aún no estáis preparados para volver allí. ¿Por qué, Mis amados? Porque mi pequeña aún no puede recuperarse tan rápidamente de estos sufrimientos. No se va tan deprisa, ni siquiera cuando han terminado. Está demacrado casi hasta el esqueleto. Y eso necesita fortalecerse y necesita el amor de su pequeño rebaño, que la ayuda a darse cuenta de que puede volver a vivir, a comer, a dormir como los demás en la vida. Tuvo que sacrificarlo todo, todo hasta el final. Ahora, en el mes de la Preciosa Sangre de Mi Hijo Jesucristo, tú y tu pequeño rebaño habéis sufrido especialmente. Y he lavado tu alma en la Preciosa Sangre de Mi Hijo. Ahora estás colmada de amor sobre amor.
¿No has acompañado tú, hija mía Ana, a mi pequeña Mónika? ¿No has asumido tú también este sufrimiento en su mayor parte? No a través del trabajo, no, a través de la guía espiritual. No te has ocupado de tu sufrimiento, sino en su mayor parte del suyo. Y a través de ti se recuperará porque estás destinado a ayudarla de nuevo en el camino correcto para que aprenda a soportarlo todo y pueda empezar una nueva vida porque le espera una gran misión. Ahora se le ha quitado parte de su sufrimiento. Ha dicho sí, sí a la expiación.
Gracias, querida pequeña Moni, como yo te llamo. Sé agradecida, porque tu queridísima Rosa Mística te ha acompañado y lo seguirá haciendo en cada sufrimiento.
Y ahora a tu libro, que el Padre Celestial ha querido y que no sólo está impreso, sino que ya está publicado. Sin embargo, si os surge alguna ambigüedad, amados Míos, que se os diga que el Padre Celestial desea que hagáis inmediatamente una llamada telefónica o enviéis un correo electrónico para aclarar el asunto. Esto se hace rápidamente.
Y ahora que os he dirigido tantas palabras Finalmente, gracias de nuevo a todos vosotros por todo el esfuerzo y el trabajo que habéis puesto en este libro, que se leerá en todo el mundo, para que la gente conozca la verdad, porque en ningún otro mensaje está contenida esta verdad plena como en vosotros, mi amada florecilla de pasión. Estás ahí para poner todo en orden. Ahora podrás volver a pensar con claridad.
A tu Padre Celestial también se le permitió trastornar tu espíritu para que sufrieras aún más. Y tú lo has aceptado. Sin embargo, ahora todo volverá a ser claro y nítido ante tus ojos y podrás recibir un mensaje tras otro.
Mañana el Padre Celestial decidirá si te da un mensaje o si te perdona un poco más. Yo, como madre, quisiera ahorrártelo, porque el llamamiento de hoy ha sido muy largo y muy agotador para ti, y además ha sobrepasado tus límites. Pero yo, como tu madre, tenía que decirlo todo hoy y enviarlo todo al mundo, porque nadie cree que esta pequeña embajadora Ana haya tenido que sufrir tanto.
Tú también has sufrido con este libro. Gracias por ello y gracias por vuestra compañía, vosotros, Mi amado pequeño rebaño. Tratad a Mi Pequeña con cuidado. Decidle palabras de amor y tratadla con cariño, para que pueda reconstruirse, para que pueda volver a disfrutar de la vida y para que pueda aferrarse al Padre Celestial y a todo el cielo, porque largos fueron aquellos tiempos oscuros en los que ni siquiera se daba cuenta de que su queridísimo Jesús estaba con ella. Ya no podía sentir que él sufría en ella. Estaba sola y tenía que soportarlo todo en la nada, en la desolación y la soledad. ¡Gracias por todo, querido rebaño!
Yo, vuestra amada Madre, quiero despedirme de vosotros y de todos aquellos que se han implicado, que han perseverado, que han estado al lado de Mi pequeño grupo en los momentos más grandes y difíciles. Gracias, gracias, que Dios os bendiga. Vuestra Madre Celestial os ama y os bendice con todos los ángeles y santos en la Trinidad de Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
Alabado y bendito sea Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar sin fin. Amén.
Orígenes:
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